viernes, 4 de julio de 2008

¿SOLO SEGUNDOS?

El tiempo es un invento bárbaro. Somete al hombre y lo encadena a un continuo sin salidas, sin esperanzas. Lo peor es el convencimiento que se puede medir y contar. ¡Dios! ¡Cómo medir y contar lo inexistente! ¡Lo que jamás podré tener entre mis manos!" pensaba mientras preparaba a mis estudiantes para el trabajo del día. Los niños clavaron su mirada en el reloj mural. Unas placas pequeñas, aladas, metálicas, brillantes, se desprendían del minutero. Volaron zumbando sobre las cabezas de los niños y desaparecieron por la ventana, hacia el jardín. La experiencia fue breve. Uno de los niños exclamó:
- ¡Son los segundos!
Estallaron las carcajadas. En ellas escondí mi asombro. ¿Es que el reloj estaba dando respuesta a mis inquietudes? Los acontecimientos cotidianos me atraparon y olvidé lo sucedido. Pero tres o cuatro días más tarde volvió a ocurrir. Esta vez las pequeñas placas aladas eran más numerosas y permanecieron, zumbando, durante casi toda la clase. El trabajo se suspendió mientras los chiquillos se trepaban a las mesas y procuraban atrapar a alguna entre risas y una especie de alegría nueva, distinta, casi diría simbólica.
Lo comenté con uno de mis colegas. En su clase estaba ocurriendo lo mismo. Lo llevamos al Consejo de Profesores. La experiencia se estaba produciendo en todas las clases, siempre el mismo día, siempre a la misma hora.
- ¡Es un disparate! - exclamó el director - El tiempo no se materializa. Es pura sugestión. Un asunto que deben olvidar. No lo comenten. No produzcan temor en los alumnos.
Las placas metálicas aladas, verdaderos insectos tornasolados, se hicieron habituales, a pesar del director. Algunos maestros pudimos observar que después de revolotear sobre las cabezas, en las clases, las placas se reunían en el centro del jardín y en un vuelo velocísimo desaparecían entre las nubes.
- Es un mensaje divino - dijo el profesor de Religión e invitó a los presentes a una oración comunitaria.- Es sólo una manifestación de física cuántica - dijo el de ciencias, con un rostro pétreo, sin emociones.- Un puro alboroto de los caballeros - concluyó la cocinera.
Un día, las placas invadieron la ciudad. Se desprendieron de todos los relojes, en todos los hogares, en los edificios, en las muñecas de los hombres y mujeres. La experiencia se hizo diaria. Luego, una vez en cada hora. Luego en todos y cada uno de los minutos.
Estamos viviendo en medio del miedo. La nube de placas cubre los cielos. El zumbido es cada vez mayor. El tiempo es como un monstruo que tiene miles de fauces abiertas. Y cada vez, se acerca más y más...
Pintura: Reloj Blando de Salvador Dalí

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