viernes, 11 de julio de 2008

MIENTRAS TE ESPERO

Crónicas Urbanas.


Cuatro o cinco grillos, ocultos, mansos, cantan e imitan a los chalchaleros. Una y otra vez, incansables. Cubren la mañana. Humillan mi conciencia.

Te recuerdo. Te miraba a través del espejo inocuo de los vidrios. Y no sabías que yo existía. Y me mordía los labios soñando tu nombre.

Unos cuantos canguros se hacen dueños de la encrucijada entre Rivera y Maruri. Se detienen y luego, con saltos prodigiosos, esquivan a los rinocerontes. De sus bolsas marsupiales salen lagartos que se arrastran sobre los adoquines y los tiñen de un verde que brilla contra el sol de octubre.

Te busco y ya no estás... (Qué tristes son las horas si no estás...) Pero no te he dicho nada. La hora del regreso viene. La siento próxima. No sé si lograré mirar tus ojos. Tal vez entonces, tampoco estarás.

¡Cascarrabias! Me decías. Y yo, soberbio, lleno de pasión alborotada, me subía sobre las nubes y aparecía, montado sobre ellas, haciéndolas que cambiaran de forma; modificando el espacio ahí mismo donde te sentabas, en el cruce de las dos calles, y el día transcurría y pasaba el ferrocarril urbano, dos carros repletos de miradas. No te veían. Tampoco tú a ellos. Y las gallinas clocaban, incansables: casca - rabias... casca - rabias... hasta que la tarde agonizaba entre tus manos.

¡Motemeiiiiiiii!. Pelao....laoooo....calentiiiiitoooo... Y nada. Ni siquiera te conmueven las castañas tibias con su suavidad de siglos. Doce perros corren la calle. Ladran detrás de la perra en celo. Luchan entre ellos. Hacen de la tarde violencia y amenaza. Quieren su presa. Y la quieren ya, sin más tardanzas.

El Ejército Libertador marchó por Independencia. Los uniformes - azul y rojo - en perfecta formación. Más atrás el conglomerado de mujeres. Las "sargento Candelaria". Fontaneras de agua y alimentos para sus hombres. Apéndices de amplias faldas que luchan en primera línea cuando es necesario. Al regreso son menos. Pueden contarse los vacíos de los que duermen en las pampas del norte. Y tú no sabes nada de esto. Y me dices que no importa. Que da lo mismo. Que se quedó enhebrado en la historia como páginas amarillentas de un libro no leído. Pero los estoy viendo de regreso. De sus rostros curtidos caen lágrimas de silencio. Pero cantan. Y su canto oscurece al canto martirizante de los grillos.

Aún así te espero. Por ti, muero. Aunque jamás lo sepas. Ni jamás lo entiendas

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