martes, 8 de julio de 2008

EL NACIMIENTO PRODIGIOSO

La vieja machi, temblando de emoción, acunó al recién nacido abrigándolo con la manta de lana. La luz zozobrante, era inmovilidad y misterio.
En su sueño de la noche anterior el viejo Ngechén la tocó con su dedo índice en la sien y musitó, en lenguaje de agua y canelo, que ese niño llevaría la luz del mundo mapuche a la conciencia de los huincas. Le indicó su nombre: Se llamaría Leftarú. Le vio, ya mayor, montado en un corcel blanco arengando a cientos de peñis. "Hemos vencido diez veces", gritaba y el vozarrón de sus seguidores respondía haciendo estremecer la roca de la montaña infinita.

Don Pedro de Valdivia bebía, a pequeños sorbos, el café de la tarde mientras admiraba, otra vez, el cuerpo divino de doña Inés. No me queda más que perderte, pensaba. Te casarás con Quiroga, el mejor de mis capitanes. Sólo así el obispo me perdonará las burlas hechas a esta colonia del reino de Su Majestad. Suspiró hondamente.

Leftarú clavó hondo el cuchillo de pedernal y extrajo el corazón de don Pedro. Lo mostró a sus hombres que aullaron feroces. Mordió el órgano, aún tembloroso y comió para que todos los valores del huinca habitaran en su conciencia.

Ngechén tomó la mano de la hermosa Venus y le mostró la escena. La griega, horrorizada, exclamó: ¡Antropofagia no, por Zeus!. Ngechén la miró en silencio. Las muertes provocadas por tus compañeros olímpicos son peores - dijo - Ustedes trajeron destrucción, aniquilación, inmolación, ruina. Esto es pura redundancia, ideología majadera, dijo la diosa y agregó: Les hemos dado el futuro. Entonces, como si fueran amigos de toda la eternidad caminaron hasta el final de la avenida y entraron a un Bravísimo en donde pidieron sendos cafés cortados.

La machi le lavó en las aguas cristalinas del río Hualén. Y puso sobre sus sienes el cintillo que identifica a los loncos. La aurora dejaba que el sol incendiara el paisaje. Leftarú había amado durante la noche a su mujer. Los huincas me matarán, susurró quedamente. Ella, apegándose a su pecho le dijo que no, que viviría eternamente. Que en su voz vivía para siempre la palabra libertad.

Las gaviotas, con su parloteo, daban razón de ser a los horizontes.



Palabras en mapudungún , la lengua de la Gente de la Tierra:

Machi : Meica. Conoce el lenguaje de los bosques y las aguas. Se comunica con el mundo de arriba, donde habitan los dioses, hermanos de la Gente de la Tierra.

Ngechén (Chao Che Negechén) Es el dios que es hermano de los hombres y de los bosques.

Huinca: El hombre blanco.

Peñi: Hermano

Lonco: Jefe elegido por los peñis para comandar grupos en guerra con los huincas.
Imágen : Una Machi del pueblo mapuche.

No hay comentarios: