
¿Podremos contar esto que está ocurriendo?. Reí con ganas. Cualquier otro nos acusaría de contubernio. Somos treinta hombres y mujeres organizados con la sola intención de oponernos. Es que los días transcurren lentos y atrabiliarios. Cerrados como muros negros de una habitación pintada de negro en donde no hay lugar al escape. Tú que has preguntado, procura responder si es posible una narración semejante, respondí. Es que no hay responsabilidades. Ni tuyas ni mías. Sólo dejémonos estar. Permite que el agua de la fuente sea agua. Y el viento, viento. Que la angustia nos consuma en tanto allá afuera la gente corre y cree que está venciendo. Incluso cuando tú y yo estamos afuera y no dentro de estos muros que nos atenazan y encarcelan.
Un angelito locuaz se desprende de las nubes. Y nos mira. Pareciera que fuera un infante, un recién nacido. Pero su mirada tiene la tristeza de los siglos contados uno por uno. Sonríe. Nos invita a la sonrisa. ¡Ten cuidado!, te prevengo. Más allá está el miedo. ¿Qué ocurrirá mañana? , susurras. Y ya no tengo ganas de ocultarte la verdad. Ni tengo fuerzas para mentir. Cabizbajo te digo que mires al ángel. ¿No ves que tiene una espada flamígera en sus manos de querubín? ¿No entiendes que su tarea es expulsarnos del paraíso? ¡Otra vez!, murmuras.
Tu cuerpo desnudo es como una perla negra. Perfecta. Sinuosa. Provocadora del calor que me atormenta. Vuelvo a besar tus pies y tus piernas. Mis labios llegan a tu sexo húmedo y ardiente. Busco con mi lengua y te agitas. Y tomas mis cabellos y pides más. Y entro en ti una y otra vez. Y ya no queda tiempo. Ni pensamientos. Sólo tú y el miedo. Sólo tú y el miedo.
Obra.El miedo,Tinta sobre papel de Dav¡dRu¡z
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