martes, 8 de julio de 2008

NOCTURNO DE LA SOLEDAD

Exploro la tristeza, la melancolía.

Ella me abrazaba. Su cuerpo palpitaba, pegado a mi pecho. Pero se deshizo como polvo de estrellas y he quedado solo, asténico de sensaciones, de sentimientos.

Hogaño siento la soledad como una enfermedad que me invade. No es sólo la ausencia de sus brazos entre mis brazos. Es la nostalgia que se introduce entre las venas y galopa junto con el caudal sanguíneo hacia destinos sin término. Y absurdos.

Paseábamos montados a horcajadas de la alborada. Y tú reías. Y me decías que todo esto es una locura. Dos dementes apenas cubiertos con medio melón en la cabeza. Te dije que no es una parodia de un tango subliminal. Te dije que descubríamos el altazor de las montañas. Te dije que larí, larí lará. Y tu carcajada resonó entre las nubes y las últimas estrellas. "Mi loco, loco mío", balbuceaste. Me abalancé sobre tu cuerpo desnudo y nos amamos mientras los zorzales cantaban, gruñían y se sonrojaban.

Así fue el ayer. Y el antes de ayer. Y los segundos que precedieron a la historia. Esa que se cuenta de mil maneras deformadas en las aulas. Yo te diré - musité - cómo ocurrieron los hechos. Adán trabajaba en la fábrica y llegaba todas las tardes ansioso del cuerpo de Eva. Pero ella había hecho amistad con Rebeca y quería explorar todas las formas del amor carnal. Adán era como un niño. Apenas descubriendo los cuerpos desnudos. Eva y Rebeca se amaron. Y esa es la causa de la disputa de Caín con su hermano. Adán quiso ocultar todo el cahuín, pero el ángel de la espada encendida nos esperaba en las puertas del jardín y nos condenaba a vagar hasta los últimos confines, en donde los volcanes aúllan su soledad y la carne de los continentes se ha disgregado para siempre en una multitud cósmica en medio del cosmos oceánico.

Estoy solo, buscándote. Estoy solo y no encuentro nada ni nadie a quien domesticar. A veces digo una palabra, o me brota una exclamación. Y la vibración de la voz estremece hasta las alas de las mariposas que han decidido no volver a volar para que nadie las acuse de provocar turbulencias mortales en el otro lado del planeta, a mil eones de distancia.

Y la primavera está aprendiendo a nacer.

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