lunes, 21 de julio de 2008

DANIELA

Audaz navegador de posibilidades, su padre intentó ordenar los seis relés, habitantes de la caja negra. Por alguna razón los conmutadores acumularon miles de voltajes y lo golpearon salvajemente. Sintió su cuerpo quemado en mil lugares y un infarto masivo acabó con su conciencia y con su vida.
- ¿Te fijas? ? dijo con su voz suave ? Mira la forma de las nubes. Es como si la mano de mi padre las estuviera ordenando.

- Daniela... ¿por qué tu padre?... Se fue hace dos años...

- No lo sé... Está allí, en el orden ófrico de los grises del cielo... El lo habría pintado así.

Daniela era una mujer excepcional. Bella e inteligente. Con su estudios de Estética había agregado a su sensualidad un estado de maestría en el hablar, en el susurrar, en el sonreir. Durante dos años había acallado el nombre de su padre. Ninguna mención a su historia. A su amor. Y ahora, como una resaca en el borde del río, rememoraba su mano, capaz de ordenar los pardos de las nubes. Lo demás se desencadenó rápidamente. Su ausencia a la oficina se hizo crónica. Las pocas veces que iba me susurraba su temor. Están en todas partes. Me acosan. Me gritan pidiendo que vaya con ellos... son reales, ófricos, maléficos. Le hice ver que había utilizado dos veces la palabra ófrico en menos de dos semanas. Me miró con ironía... Es una palabra que no se entendería en los suburbios, dijo.

Un lunes nos dieron la noticia. Daniela había sido internada. Los médicos fueron incapaces de concordar un diagnóstico. Daniela regresó a su departamento en el décimo piso del edificio nuevo, en la calle Calatrara. Una tarde me llamó por teléfono. Pone atención a las noticias, me dijo. Es posible que lo filmen. Mi padre viene por mi en una hora más. Corrí en mi automóvil. Supe que Daniela estaba mal. Pero no alcancé a llegar. Los testigos dijeron que se había mostrado en su ventana, de pie sobre el barandal y que, luego de unos minutos, se había lanzado al vacío. Con los brazos abiertos, como si danzara. Lo prodigioso es que se había sostenido en el aire. Decían que su danza era circular y bella, antes de despeñarse en las honduras de lo desconocido. Su cuerpo cayó con alta velocidad. A cinco metros del pavimento ralentizó casi hasta detenerse. Fue entonces que desapareció. Nadie la pudo encontrar.

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