miércoles, 28 de enero de 2009

EL RELOJ DEL SOMBRERERO

El Sombrerero loco miró su inmenso reloj pulsera, se detuvo a mitad del prado, movió sus orejas en un gesto de sorpresa e intempestivamente se dirigió al salón. Con su voz rugosa dijo:

- Esto es improbable, pero no estoy atrasado. Oder die Nibelungen! Me sobra media hora. No sé por qué. Si llego más temprano la reina se enfurecerá... Capaz que ordene cortarme la cabeza... ¿Qué haría, Dios, sin mi cabeza...? Si Adelita quiere, me serviría un vaso de menta o de tonqueray con aceite de color mate y hielo...


Adela le preparó un trago. El Sombrero empezó a beber lentamente. Dijo, chupándose un pulgar y dirigiéndose a Miguel:



- Mi reloj marca las once treinta. ¿Qué hora tienes tú?

- Estás mal - dijo Miguel - Son recién las once.



El Sombrerero miró su reloj y palideció:



- ¡Catástrofe! ¡Yo también tengo las once! ¿De la mañana o de la noche? Los relojes enloquecieron... Están marcando el tiempo hacia atrás... ¿Será una falla tecnológica o... en vez de envejecer estamos rejuveneciendo?



- ¡Qué divertido! - gritó Marie - ¡En vez de dieciséis cumpliré quince!


- No es divertido - intervino Carlos - Es curioso... Es inaudito... Es problemático... Es como un tenue Fondo Mutuo... Es imprevisto... Es fermentación... Es...


- ¡Ya termina de una vez! - dijo Adela angustiada -- A este paso... Estoy atrasado para llegar donde Su Majestad, la reina, pero ayer...


- No puedes sentir hoy día lo que ocurrirá ayer - dijo pensativo Miguel -Todos los amigos quedaron silenciosos. Cada uno trataba de pensar en las causas de lo que ocurría con el tiempo.

- La pequeña Alicia es la culpable - musitó el Sombrerero -


- ¡Nada! - intervino Marie - Alicia es inocente.


- ¡El culpable eres tú! - exclamó Adela, mirando al Sombrerero -


- ¡Tengan calma! - susurró Miguel - Esto ocurrió una vez en el pasado... ¿O fue en el futuro? ¡Che cosa, uomo! Cuando Zeus derrotó a los titanes...


- Tienes razón - confirmó Carlos - Entonces tuvieron que recurrir a Brahama para que arreglara la lógica de los tiempos.


- Pero ahora, Brahama está dormido - reflexionó Miguel -


- ¡Estos humanos! - explotó el Sombrerero - ¡Están todos locos de atar!


Terminó de beber su trago, haciendo un gesto de asco, y regresó al prado. Miró su reloj y pensó "Es muy temprano, pero la reina me esperaba" y caminó rápidamente hacia el hoyo de Alicia.







dibujo:Leonardo Murillo

QUO VADIS DOMINE

¡Qué se yo! El latín es una hermosa joya que no me perteneció jamás. El cura lo hablaba, majestuosamente, en la misa... "... santificetum nomen tuus ..." Pero yo me escabullía. Jugaba a las bolitas misteriosas. Desde la cúpula central hacía caer un puñado de bolitas de colores transparentes. Al llegar al suelo... "adveniam regnum tuus..." reventaban. Se transformaban en suaves hilillos de aceite colorido que trepaban hasta la cúpula y volvían a caer, pero esta vez en mayor número. Envolvían al cura y estallaban sobre él. Apenas alcanzaba a balbucear, ¡En español!: "¡Hijos de la caída!" Pero ya lo tenía atrapado. Empezaba a empequeñecer. En cada segundo un poco más enanizado; en cada segundo más lejana su voz. Hasta que se hacía el silencio. Recién entonces empezaba a jugar. En vez de altar, todos los muros rotos, me encontraba con un riachuelo de aguas claras. Mojaba mis pies. Y cantaba; aprendía el canto de los zorzales y de las diucas.

(Tenue mutualidad de mate amargo, cimarrón, y ganas de reír a carcajadas, mientras las cucarachas de torso verde caminan encima del pulgar de Carlos.)

El Cefe comentó: "Qué sería de ti si la misa fuera en griego antiguo, en el que usaba Platón para inventar la magia de los diálogos". Y Adela agregó que la sintaxis de Platón fue siempre miserable, de estudiante de los primeros grados. "Lo único inteligente que hizo fue inventar el café cortado". Miguel, muy molesto, gruñó que estábamos diciendo tonterías. El problema es el de los relojes que caminan hacia atrás. Y ustedes lo eluden, sistemáticamente. ¡A quién podría importarle lo que siente Mario...! O lo que sintió en la infancia cuando se encadenaba a los latinazgos mal pergeñados del cura italiano. Con voz de tiple recitó: "Duérmase mi niño... Duérmase mi sol... Las patas de los corceles rompían la piedra... Chispas de metal fundido... Sangre nueva para noches viejas...

"Afuera, en el prado, Marie y Josephine fermentaban rondas... Escuchábamos sus voces casi niñas llenando el espacio: "Quién lo mató... El perro judío..."

Dentro de la casa, en el segundo piso, los fantasmas reían. Eran risas incontroladas; obscenas, llenas de ira y de venganza.

APRENDER A MIRAR...



A las dos de la madrugada, Adela sintió junto a ella los cuerpos desnudos de Josephine y Marie. Las dos jovencitas atacaron su piel con suave maestría, aprendida de Rebeca. Eran las seis de la mañana cuando, aún abrazadas, cayeron en un profundo sueño presidido por sonrisas de felicidad.

A esa misma hora, Miguel, balbuceando frases inconexas y repitiendo incansablemente "¡der Nibelungen!" obtenía, por fin, una certeza.- ¡Con mil demonios! - Dijo a Carlos - Todo ocurre linealmente, como si el tiempo avanzara, pero los relojes insisten en caminar hacia atrás. ¡Maldito Sombrerero!- Tienes razón. Es caótico. Pero real.- ¡Ese es el problema...! Ocurre, pero no es real, amigo mío. Lo real está esquilmado. Piénsalo como si fuera un poema...

"¿En dónde habita la belleza, padre?", preguntó el niño. Y el anciano respondió sonriendo: "Ella vive en tu corazón, pequeño niño. La encuentras solamente cuando aprendes a mirar.

"La laguna de plata refulgía al contacto con la luna llena. Decenas de ranas se habían confabulado para ofrecer el concierto más extenso de la temporada.

Las cuerdas terminaron de afinar en "la" y aguardaron la orden del maestro para iniciar La Primavera de Vivaldi.

Carlos y Miguel expulsaron del salón a los últimos escarabajos verdes y se sumergieron en la experiencia de la belleza. - Es que debe ser pensada en su estado más puro - musitó Miguel - No se trata de la belleza pegada a ningún objeto bello; esa es la trampa dialéctica. Hay que abrir el pensamiento a la pureza, a la unicidad, a la conciencia sumergida en la propia conciencia.

- Si - respondió Saint Jean - Te sigo y comparto tu idea. Pero los relojes continúan inexplicados. Si fuera uno o dos, sería más fácil comprender... Sería como el peto en la armadura. Pero afecta a todos los relojes reales y pensables. ¡Gotten! Es un lío.

Adela no quiso bañarse. Quiso mantener sobre si la remembranza de los dos cuerpos adolescentes y prolongar las sensaciones de su piel durante todo el tiempo que fuera posible. Llamó por teléfono a don Cefe y le dijo que a eso de las once, Platón vendría al Foro, a tomar un café. Ceferino le respondió que la acompañaría. "Este parece ser un buen día", le dijo.

El recuerdo del Camborio continuaba galopando. Los terribles corceles de la noche producían lenguas de fuego y de sangre sobre las piedras, en las calles del pueblo.