Tardé dos años en dar al problema su formulación definitiva. En los tres siguientes, intenté falsar su enunciado, las asociaciones que provoca y las consecuencias de su aplicación. Las hipótesis se sostenían, como cepillos, contra viento y marea. Estaba en el umbral del descubrimiento más impactante de toda la historia. El asunto es simple, dentro de su inmensidad cósmica. El error que hemos cometido es pensar que el espacio y el tiempo son parte de un sistema indestructible. No es el uno sin el otro. Mi hipótesis los separa, los escinde, destruye esa unidad. Busqué una técnica para controlar el tiempo. Me llevó diez años. La Facultad, escandalizada, me eliminó. También lo hizo mi esposa. Vivo en un rincón de la casa de uno de mis tíos. Allí, en esa precariedad, continué trabajando. Y tuve éxito. miércoles, 30 de julio de 2008
EL UMBRAL
Tardé dos años en dar al problema su formulación definitiva. En los tres siguientes, intenté falsar su enunciado, las asociaciones que provoca y las consecuencias de su aplicación. Las hipótesis se sostenían, como cepillos, contra viento y marea. Estaba en el umbral del descubrimiento más impactante de toda la historia. El asunto es simple, dentro de su inmensidad cósmica. El error que hemos cometido es pensar que el espacio y el tiempo son parte de un sistema indestructible. No es el uno sin el otro. Mi hipótesis los separa, los escinde, destruye esa unidad. Busqué una técnica para controlar el tiempo. Me llevó diez años. La Facultad, escandalizada, me eliminó. También lo hizo mi esposa. Vivo en un rincón de la casa de uno de mis tíos. Allí, en esa precariedad, continué trabajando. Y tuve éxito. jueves, 24 de julio de 2008
LA ABUELA
Hace unos días tuve claridad respecto de la trampa. Mi abuela... araña en el trapecio... Los seis nietos estábamos a su merced. Recibíamos nuestra mesada a cambio de alguna producción. Yo tenía la obligación de entregarle, cada mes, un relato. Me entregaba un sobre con tres palabras. Eran el foco de la narración... el viejo truco del pie forzado, pero esta vez no en redondillas suaves y perfectas. Para este mes eran: "erizo, inmolar y espontáneo..." ...¡Qué maldita relación podía haber entre ellas! Pero al pensarlas, de pronto entendí de qué se trataba el juego. Ay, abuela, tanto tiempo bajo tu tortura mensual cuando el problema era de tan fácil resolución. Sentí un temblor en el vientre y, por primera vez, en mucho tiempo, en mi cabeza gobernó la ilusión.UNA CLEPSIDRA ROTA
¡Justamente hoy me quedo dormido!... Casi las ocho... la peor hora. Avanzo a velocidad mínima. ¡Maldición! La oficina.... Debo exponer el informe... tres semanas de trabajo. ¡Mierda!...Luz amarilla, son las siete con cincuenta,. Alcanzo a pasar. Espontáneamente acelero. Con el rabillo del ojo los veo, pero acelero más.... Queda un espacio donde puedo ganar unos segundos...o unos minutos. Hay chirridos de neumáticos, fierros destrozados y gritos e insultos, pero no importa, puedo seguir. Mi atraso será mínimo.Emilia no está bien. No quiere comprender. Tenía que dar mi tiempo al informe. En él puse ilusiones. Pero todo explotó ayer. Nos comprometimos con los amigos a beber unos tragos en el bar de Ricardo, "Los Erizos". Era una ocasión especial... Ricardo y Alicia, su compañera, son antropólogos . Y publicaron una investigación que llamaron "El Trapecio" y ayer era un lanzamiento privado, para el grupo de amigos que hemos estado unidos desde el liceo. Pero faltaban unos malditos detalles sin los cuales mi informe perdía claridad y no tendría como argumentar y en dos de ellos no encontraba la manera de decirlo. Mi amor, no puedo ir, pero si quieres, vas sola. En alguna hora de la noche yo me incorporo. Si tú te quedas embobado en el computador te estás inmolando. Se va todo a la mierda. Quiere decir que no te importo. Por favor Emilia, compréndeme. Ya no me queda tiempo. A nosotros se nos acabó el tiempo. La verdad es que ya no puedo seguir soportándote. Emilia....cálmate....y déjame trabajar. Mañana... ¡Mañana, nunca! ¡Se acabó! Y se fue. Furiosa. No sé dónde. Y yo, turbado, con dolor en el vientre, continué trabajando hasta las cinco de la mañana. Nada de Erizos. Sólo quería dormir antes de ir a la ducha y vestirme para mi reunión en la oficina a las ocho de la mañana. Y el Ernesto es un maldito jodido que no acepta atrasos. ¡Mierda!...Luz amarilla, son las siete con cincuenta. Acelero. Con el rabillo del ojo los veo, pero acelero más... Queda un espacio donde puedo ganar unos segundos...o unos minutos. Los chirridos de neumáticos y fierros y gritos e insultos, pero no importa, puedo seguir. Mi atraso será mínimo. Y Emilia no está bien. No quiso comprender. Y la luz amarilla....Acelero... alcanzo a pasar... y el chirrido de los neumáticos... fierros destrozados... los gritos....Y la luz amarilla...alcanzo a pasar....
lunes, 21 de julio de 2008
VENTANAS Y ESPEJOS
Desde mi casa, a este lado del río, observo el mundo a través de los grandes ventanales. Las ventanas son como espejos. Reflejan todo lo de afuera. Pero hoy es un espejo extraño. El mundo de allá afuera se ha quedado quieto. Es una quietud enfermiza. Ironía incomprensible. Las aguas no corren hacia el mar océano. Nada ocurre en el puente. Nada en los espacios aledaños. Es como una diapositiva, Colores llenando formas en el espacio vacío. Repentinamente, unos segundos de movimiento y de regreso a la diapositiva en otro ángulo. Es decir, nada.Los espacios y el tiempo no son entes semejantes, ni paralelos. Los espacios son espesos, formales, pardos, continuos. Por más que todo cambie en el universo, en ellos el cambio se produce lentamente, tan lentamente que no es posible darse cuenta. El tiempo, en cambio, es juguetón. Lúdico. Navegador. No me doy cuenta cuando me está mostrando los hechos del pasado, o inventando futuros plenos de esplendor y de mentira.
Es el tiempo el que me trae a la memoria, sobre el puente, al hombre que grita. Los colores, en la tela, esconden descargas eléctricas, moviéndose vertiginosas sobre el tiempo para apoyar la desesperación de este hombre sin formas, a punto del infarto. No sé por qué te gustaba tanto, es lo único que pusiste en tu maleta cuando me dejaste. Pero, ¿En verdad me dejaste?... ¿O yo te abandoné?... Es pura insanía instalada en el centro del puente, mientras el río se decide a avanzar dos o tres metros. Extraño tus manos de sacerdotisa. Pero no comprendiste que debía venir, con mi soledad, a esta casa, en espera que la pesadilla termine y me deje vivir, otra vez...
Ventana... o espejo... ¡qué más da!... si de todas maneras me transforma en el hombre de detrás del espejo... Sé perfectamente que si doy dos pasos entraré allí al universo, sin suburbios, que hay entre la ventana y el espejo y el mundo de allá afuera. Es una idea que me subyuga. Si lo hiciera, no sé si podría regresar... ¡Temor!... Aunque hay días en que me pregunto si tiene sentido regresar para sentarme aquí detrás de los ventanales y observar las diapositivas inermes del mundo de allá afuera. ¿Habrá algún significado en cambiar una cárcel por otra?... Nada sobre el puente... nada en la atmósfera... nada dentro del río... nada dentro de mi...
DANIELA
Audaz navegador de posibilidades, su padre intentó ordenar los seis relés, habitantes de la caja negra. Por alguna razón los conmutadores acumularon miles de voltajes y lo golpearon salvajemente. Sintió su cuerpo quemado en mil lugares y un infarto masivo acabó con su conciencia y con su vida.- ¿Te fijas? ? dijo con su voz suave ? Mira la forma de las nubes. Es como si la mano de mi padre las estuviera ordenando.
- Daniela... ¿por qué tu padre?... Se fue hace dos años...
- No lo sé... Está allí, en el orden ófrico de los grises del cielo... El lo habría pintado así.
Daniela era una mujer excepcional. Bella e inteligente. Con su estudios de Estética había agregado a su sensualidad un estado de maestría en el hablar, en el susurrar, en el sonreir. Durante dos años había acallado el nombre de su padre. Ninguna mención a su historia. A su amor. Y ahora, como una resaca en el borde del río, rememoraba su mano, capaz de ordenar los pardos de las nubes. Lo demás se desencadenó rápidamente. Su ausencia a la oficina se hizo crónica. Las pocas veces que iba me susurraba su temor. Están en todas partes. Me acosan. Me gritan pidiendo que vaya con ellos... son reales, ófricos, maléficos. Le hice ver que había utilizado dos veces la palabra ófrico en menos de dos semanas. Me miró con ironía... Es una palabra que no se entendería en los suburbios, dijo.
Un lunes nos dieron la noticia. Daniela había sido internada. Los médicos fueron incapaces de concordar un diagnóstico. Daniela regresó a su departamento en el décimo piso del edificio nuevo, en la calle Calatrara. Una tarde me llamó por teléfono. Pone atención a las noticias, me dijo. Es posible que lo filmen. Mi padre viene por mi en una hora más. Corrí en mi automóvil. Supe que Daniela estaba mal. Pero no alcancé a llegar. Los testigos dijeron que se había mostrado en su ventana, de pie sobre el barandal y que, luego de unos minutos, se había lanzado al vacío. Con los brazos abiertos, como si danzara. Lo prodigioso es que se había sostenido en el aire. Decían que su danza era circular y bella, antes de despeñarse en las honduras de lo desconocido. Su cuerpo cayó con alta velocidad. A cinco metros del pavimento ralentizó casi hasta detenerse. Fue entonces que desapareció. Nadie la pudo encontrar.
UN VIAJE INTERESANTE
El señor G inició su periplo en el centro del Golfo de Nacimiento, al oeste de su hogar, en el centro mismo del poblado de Quimey. No tenía claridad absoluta respecto del punto de llegada. Entre conversaciones con los más ancianos de la caleta, una que otra lectura y los relatos sobre quienes iniciaron su misma ruta y jamás regresaron, pensaba que muy al sur debía encontrarse el desfiladero de la Redención. Hacia allá, sin mapas, ni planos, ni estrellas a qué dirigir la mirada, empezó a caminar.Al tercer día observó que no iba solo. La verdad es que una multitud de hombres y mujeres, un poco alucinados, caminaban en la misma dirección. A veces, uno se descalabraba al pisar un guijarro y abandonaba la ruta. Otras veces, varios tomaban un camino diferentes, ilusionados por las naranjas y manzanas y cerezos percibidos en la lejanía. Se apartaban y nunca más se volvían a ver.
El señor G pertenecía al pequeño grupo que persistió en la ruta más difícil. Entre dientes murmuraban "Ya falta poco"... "Tengo que llegar"... "La Redención me espera"... El señor G no entendía que todas las frases que llegaban a sus oídos se refirieran siempre a un yo disuelto entre las brumas del caminillo al borde de las aguas marinas. Era como un rito inexorable que no admitía variación. Un machacar la conciencia con el desafío que les obligaba a seguir, incansables, hasta el fin.
Una fría mañana, el señor G advirtió que ya no había compañeros. Quizás me he perdido, murmuró. Pero no había vuelta atrás. Cerro y precipicio le flanqueaban obligándolo a persistir en una única ruta posible. Siguió caminando.
El señor G era anciano y estaba muy enfermo cuando comprendió que la Redención era imposible. La bruma le permitía ver a no más de un metro de distancia. El cerro y el precipicio seguían siendo ruta o tentación de despeñarse. Abajo, el mar sollozaba espumas, invitándolo. Más adelante, las nubes, inmensa pared turbia destrozando espacios y horizontes, bajaban y lo envolvían, abriéndose para el único caminante.
Se perdió entre ellas.
viernes, 11 de julio de 2008
LUCAS TAGO
(La Leyenda.)ARREANDO LA HORA DE SIENTA
El cuchillo, ancha hoja de luz, no tembló en mi mano. Trinaba de miedo, de espanto, de rabia incontenible. Lo hundí en la mitad del pecho, señor juez. Mi mano, la de un cirujano experto en la búsqueda del mal, señor cura. Creí que ahí terminaba todo. Su cuerpo hacía ridículos movimientos y, al verla, sentí intolerables ganas de reír. Es que había sido tan segura, siempre. Ella, que caminaba por la vida con la frente altiva y golpeando duros los tacones contra el piso, ahora hacía gestos de marioneta. Algo de sangre, babeante, fluía de su boca, transformada en alcuza. No podía hablar, pero ya no tenía importancia aunque sus ojos me dijeran que me había equivocado, que otra vez, el error empañaba mi visión de todas las cosas. Que el mundo no era como yo lo ensoñaba. Y no tengo de qué arrepentirme. Cuando vi su pecho abierto, todavía palpitando y sus ojos que se apagaban en cada estertor, comprendí que también se había acabado para mi. Y todo estaba sereno y calmo. Todas las armonías recuperadas. Y no sé por qué me piden que lo medite y que por lo menos diga que lo siento, que fue un momento de locura, de irracionalidad. Pero no. Simplemente ocurrió. Le dije que eran las tres de la madrugada. Ella sonrió y me respondió: "Sí... Y vienen las cuatro" Ella sabía lo que estaba haciendo y yo también. Tomé el cuchillo e hice lo que tantas veces en mi imaginación había soñado. ¿Qué fue un rapto de locura? ¿Por qué habría de ser locura?... Si es lo único racional que he hecho en los últimos siete años. Que te tienes que defender de alguna manera. ¿De qué? ¿Para qué, señor abogado? Que entonces la sociedad se vengará y seré consignado a la peor de las penas. Pero si no he hecho nada a la sociedad, señor Juez. Sólo enterré el cuchillo en la mitad del pecho y saqué su maldito corazón a la intemperie. La sangre sale de su cuerpo como canto prístino. Y en mi, no queda canción alguna para ponerla entre mis labios. Sólo era un problema entre ella y yo, señor Juez; sólo conjugábamos la palabra amor de modo distinto. Ella ya no está señor cura. Se acabaron los pecados. Que cada cual haga lo que debe hacer, señor abogado... Es hora de mi siesta... MIENTRAS TE ESPERO
Crónicas Urbanas.PASIÓN ADENTRO
Me dijo: "Eres tibio y suave; es lo que amo de ti". Entonces volvimos a unirnos y tus gemidos alcanzaron diapasones que estremecieron mi carne. No se trataba de una hora robada al acontecer diario. Tampoco era el residuo de una historia construida para concluir sobre la cama de un hotel. Era el encuentro, con toda su gloria y todo su infierno. Con sus preguntas sin respuesta. Con sus puertas cerradas a cualquier intromisión que pusiera hermetismo entre tú y yo y el miedo.miércoles, 9 de julio de 2008
ALMAS MUERTAS
Oh... Chichikov...!)MOLINOS DE VIENTO
El hombre, alto, delgado y anciano, transita lentamente, montado en un flaco jamelgo, apenas un suspiro de largas patas que parecen no tocar la tierra olorosa del valle del Maule, cerca de Talca. Viste chaquetilla de huaso, pantalones listados y perneras que alcanzan a cubrir los botines de taco alto. Lleva una manta bordada al hombro. En la mano, una herrumbrada adarga y una alabarda estirada como un álamo. Le rodean parcelas umbrosas, de sombra vegetal. Árboles, arbustos, flores multicolores.Silenciosos aullidos telúricos que resuenan en su corazón. El anciano piensa: "Cómo te extraño, mi regordete amigo. Sé que ahora tu voz atufada me estaría diciendo... "Déjelos, mi señor, ¿no ve que caminamos?"... Caminamos... pero estas no son las serranías consteladas de Andalucía... Ni encuentro los pagos en donde nací, hace tanto tiempo. Son tierras nuevas. De huasos y chinas hermosas como el amanecer. Jamás oyeron hablar de Roncesvalle. Nunca se enfrentaron a un ogro hambriento. Ni escucharon, por las noches, el galope de los caballeros, capas al viento, viajando hacia la nada de las cruzadas, en tierra mora... ¿Dónde estarás brindando tu cerveza y tu aguardiente, con la bocaza llena de ajos untados en el pan?... Me dirías que no son gigantes... que sólo son molinos de viento... ¡Qué disparate antojadizo! ¡Cómo si no lo hubiese sabido siempre! ¡Cómo confundir los molinos de viento si los he visto en la campiña desde mi niñez! No importa que después digan que era locura del anciano decrépito... Igual galoparé hacia ellos y hundiré mi alabarda en el corazón de las aspas que quiebran la quietud del viento estremecido. Una vez más, defenderé al viento humillado por estos ingenios diabólicos creados para transformar la naturaleza en harinas y basuras. Es mi aporte y mi venganza. Hundo las espuelas en los ijares de mi viejo compañero y volamos. La adarga firme en la mano, cubriendo el corazón. La alabarda, recta, en dirección a las entrañas del molino. ¡Vamos! ¡A la historia!..."
Néferis, el gigante, vio asombrado al jinete que corría hacia él. Apenas tuvo tiempo de hacer vibrar el aire con sus brazos. Tocó suavemente al corcel y a su jinete que salieron despedidos. Se agachó para mirarlos. Constató que ambos vivían. Una sonrisa placentera se instaló en su rostro. Tenía una historia que contar a sus hijos y nietos, allá en casa, en las alturas del volcán Tupungato.
Pintura EMILIO MOGILNER-Contra los Molinos
LA MEICA

En la sureña provincia hay un lugarejo , apenas una hijuela entre la huella, que llaman "La Guerta". Es el punto en que las manadas del norte regresaban a sus campos después de meses de pastura fresca. Un gobernador, ajeno a la historia y decidido a mejorar el idioma, cambió el nombre a La Huerta.
Justo en medio vivía la Meica. No importaba su nombre, si lo tuvo alguna vez. Lo revelador era su oficio. Era la partera del lugar. A ella acudían los enfermos buscando alivio. También, cuando habían dejado caer un mal sobre su familia y su casa. La Meica encendía el brasero y enrollaba un par de hojas de tabaco. Llenaba de hediondeces el ambiente y murmuraba entre dientes oraciones que sólo ella conocía. Cuando la llamaban de urgencia por la inminencia de un nacimiento, montaba su corcel, el Rucio, y galopaba desalada, desafiando al viento hasta el lugar y demostraba sus artes de traer cristianos al mundo.
Una noche, a mediados de Julio, en medio de una tormenta cuyas ventoleras doblaban los cipreses hasta los techos de las casas, cayeron en el lugar dos rayos. Uno pulverizó al Rucio. El otro transformó a la Meica en un puño de cenizas. Pero los vecinos juraban haber visto al maloso montado sobre los rayos. Y decían que la Meica había galopado en medio del zipizape, junto al maloso, hasta perderse en las estrellas.
Hasta ahí la historia. Si no fuera por los extraños sucesos que, hasta el día de hoy, ocurren en el Paso de la Huerta. Es imposible viajar en vehículos motorizados. Inevitablemente, al pasar por las ruinas, se descomponen y no hay como volver a ponerlos en marcha. Si alguien pasa en bicicleta irremediablemente tropieza y cae en medio de volteretas aparatosas. Y si alguno cruza al tranco de su caballo, repentinamente el pingo empieza a galopar cortando el viento, como si la Meica tuviera prisa por llegar a una parturienta.
Se han hecho evocaciones y rezos del cura y de la huasería por el alma de la finada. Hay un pequeño santuario de animita, bullente de velas y rogativas. Pero nada. Su presencia continúa marcando el paso del tiempo. Cuando en las noches de Julio el viento arrecia se le escucha galopar. Y reír. Como si dijera al mundo que está allí. Que jamás dejará su casa y su ocupación.
martes, 8 de julio de 2008
UNA DIFÍCIL ALTERNATIVA
Sé que tus labios quieren caricias, así, con premiosidad, con la dramática exigencia del oxígeno de alguien que está sufriendo de asfixia. En el instante final, cuando respirar es la posibilidad de continuar viviendo. También sé que tus pechos, tersos, aún llenos de dureza y suave tibieza reclaman caricias que debieron ser. En el pasado cuando tu mirada era joven. Pero tú insistías en dilatar el tiempo. Desarraigarlo. Hacerlo elástico y deforme. Paralelo con tu necesidad de crecer y de comprender. Hasta ahora que tu cuerpo es fruta madura, llena de miel, a punto de reventar. Y siento la llama de tus ojos incendiados, que me buscan y me llaman. Miro la región a través de la ventanilla del auto. Nos desplazamos veloces. El desierto, espacio expósito de bienes, está penetrando el paisaje, pero todavía quedan vestigios de campos sembrados. Y manadas de cabras y ovejas que recorren los lomajes. Y cantan. Son cantos crepuscularios. Es un sol inmenso y rojo perdiéndose lentamente entre medio de las olas. Y es tu risa suave, en tonalidad baja, invitándome, diciéndome que todo debe ser esta noche, cuando lleguemos al pueblo de casas blancas.LA ÚLTIMA PUERTA
El discurso del Ministro fue duro, acerbo. Los veinte supervisores bajaron los ojos. En sus corazones no había vergúenza, sino amargura. Una vez que el Ministro se retiró el silencio imperó en el salón. Hasta que el más antiguo de los supervisores, resumió la tarea.NOCTURNO DE LA SOLEDAD
Exploro la tristeza, la melancolía.EL NACIMIENTO PRODIGIOSO
La vieja machi, temblando de emoción, acunó al recién nacido abrigándolo con la manta de lana. La luz zozobrante, era inmovilidad y misterio.lunes, 7 de julio de 2008
TREINTA AÑOS...
He vivido los últimos treinta años en el manicomio. Los médicos - les digo loqueros - decidieron que mi conciencia se había trizado. Un conjunto de tres bloques sin comunicación, unidos en el desencuentro. Es divertido saber que tienes tres yoes y que los tres discuten sobre las cosas importantes de la existencia y no se ponen de acuerdo jamás. El último conflicto muy grave se produjo hace tres años, cuando uno de ellos esperó la noche y dejó en un baño de sangre al más odioso de mis amigos. El Segundo aprobó el acto como una venganza indispensable; es que la hipocresía del finado era extrema. Dos de nosotros la amábamos y el canalla la sedujo. El Tercero objetó los hechos. Todos los hechos. Desde la conjugación del verbo amar. Y si hubo aceptación, agregó, no hay lugar a la venganza. Los otros dos lo hicimos a un lado. Lo amordazamos. Le prohibimos estar. Pero el muy sinvergúenza se coló igual y armó el alboroto. Entretanto el abogado (de los tres, pero más del que empuñó el puñal) hizo malabarismos argumentales, usó resquicios y convenció a los tres jueces que el verdadero culpable era el finado. Los jueces, serios como lechuzas en medio de la capilla, agregaron que la víctima, o sea uno de nosotros, merecía una indemnización con la que los tres podremos vivir el resto de nuestras vidas sin problemas.domingo, 6 de julio de 2008
EL VALS
Parece que el salón había crecido y nos había inventado espacios sin término para los pies que insistían en volar. Mi mano derecha en tu cintura breve como suspiro de abeja; la izquierda entrelazada a tus dedos en busca de atmósferas sumergidas en tu perfume. Dos flautas traversas, no compatibles, inventaban escalas. Ascendían y descendían. Y trinaban. Enredado en el canto, un fagot, camuflado y ronco conducía las caracolas de los vientos que nos impulsaban a continuar el dibujo de redes y vuelo de libélulas en los bordes alados de tu vestido. Mi pie derecho firme en el piso para que tú exploraras el aire. En tu cintura, nido de colibríes, apenas cabía mi mano. En tus ojos garzos, los míos se adentraban codiciando oscuras profundidades. Tus labios, frescos y sonrientes me llamaban y se alejaban. En alguna parte del salón había trinos de canarios y lluvia de alelíes fundidos en tus cabellos. Tu pecho respiraba agitado. Tus senos, cántaros pletóricos, palpitaban, y me atrapaban en su cadencia, pero el ritmo los llevaba lejos de mis labios. Y mi mano derecha, aprisionaba tu cadera, en cada una de las vueltas y revueltas, mientras explorábamos los últimos rincones del salón, el último segundo y la última nadería transformada en risas brotadas como manantiales de tu garganta nívea. Otras parejas, menos convencidas, intentaban la misma aventura, trasteando los tres tiempos, pero los pasábamos, vertiginosos, dejándolos como estatuas de sal, inmóviles en el instante supremo de la consumación.
sábado, 5 de julio de 2008
EL NUEVO DIOS
Leí por ahí que hay gente buscando, en las cansadas rutas del mundo, la presencia de los dioses nuevos. Entiendo, dioses de ahora, desligados de las viejas teologías que encadenan de una u otra manera a los hombres de hoy, sumidos en las otras cadenas, las tecnológicas. ¿La búsqueda es teología o simple filosofía?viernes, 4 de julio de 2008
¿SOLO SEGUNDOS?
El tiempo es un invento bárbaro. Somete al hombre y lo encadena a un continuo sin salidas, sin esperanzas. Lo peor es el convencimiento que se puede medir y contar. ¡Dios! ¡Cómo medir y contar lo inexistente! ¡Lo que jamás podré tener entre mis manos!" pensaba mientras preparaba a mis estudiantes para el trabajo del día. Los niños clavaron su mirada en el reloj mural. Unas placas pequeñas, aladas, metálicas, brillantes, se desprendían del minutero. Volaron zumbando sobre las cabezas de los niños y desaparecieron por la ventana, hacia el jardín. La experiencia fue breve. Uno de los niños exclamó:- ¡Son los segundos!
Estallaron las carcajadas. En ellas escondí mi asombro. ¿Es que el reloj estaba dando respuesta a mis inquietudes? Los acontecimientos cotidianos me atraparon y olvidé lo sucedido. Pero tres o cuatro días más tarde volvió a ocurrir. Esta vez las pequeñas placas aladas eran más numerosas y permanecieron, zumbando, durante casi toda la clase. El trabajo se suspendió mientras los chiquillos se trepaban a las mesas y procuraban atrapar a alguna entre risas y una especie de alegría nueva, distinta, casi diría simbólica.
Lo comenté con uno de mis colegas. En su clase estaba ocurriendo lo mismo. Lo llevamos al Consejo de Profesores. La experiencia se estaba produciendo en todas las clases, siempre el mismo día, siempre a la misma hora.
- ¡Es un disparate! - exclamó el director - El tiempo no se materializa. Es pura sugestión. Un asunto que deben olvidar. No lo comenten. No produzcan temor en los alumnos.
Las placas metálicas aladas, verdaderos insectos tornasolados, se hicieron habituales, a pesar del director. Algunos maestros pudimos observar que después de revolotear sobre las cabezas, en las clases, las placas se reunían en el centro del jardín y en un vuelo velocísimo desaparecían entre las nubes.
- Es un mensaje divino - dijo el profesor de Religión e invitó a los presentes a una oración comunitaria.- Es sólo una manifestación de física cuántica - dijo el de ciencias, con un rostro pétreo, sin emociones.- Un puro alboroto de los caballeros - concluyó la cocinera.
Un día, las placas invadieron la ciudad. Se desprendieron de todos los relojes, en todos los hogares, en los edificios, en las muñecas de los hombres y mujeres. La experiencia se hizo diaria. Luego, una vez en cada hora. Luego en todos y cada uno de los minutos.
Estamos viviendo en medio del miedo. La nube de placas cubre los cielos. El zumbido es cada vez mayor. El tiempo es como un monstruo que tiene miles de fauces abiertas. Y cada vez, se acerca más y más...
