
Después de varias semanas con la pesadilla asaltando mi conciencia cada noche, decidí pintar a la criatura. La forma se me dio con extraordinaria facilidad. Copié las tonalidades cerúleas del cuerpo y el amarillo de bordes rojos del pico. A medida que avanzaba descubría la absoluta ausencia de belleza y armonía de ese cuerpo. Agregué una ventana de fondo a través de la cual se vía un caminillo bordado de matorrales. Conducía a un puente sobre el que se advertían otras figuras hermanas del monstruo. Pensé que si fuera realidad, necesariamente despediría olor a muerte, a carroña, a maldad.
Retumbó el sonido del timbre en medio de mis cavilaciones y abrí la puerta. Sentí dolor en el corazón. Allí estaba el monstruo.
- Soy un Pnemoterox - dijo - Me llamaste en tus sueños y en tu pintura y en tu pensar todo el día en mí. Me construiste para el resto de tu futuro. Ahora viviré contigo.
- No es posible - gemí - No es posible... Tú no existes...
Alargó sus brazos y los dedos, tentáculos que crecían, engordaban, se hacían mínimos y sutiles como antenas de mariposa, tocaron mi cuerpo. Hizo sonar repetidamente su pico. Entró a la casa. - El único problema es el hambre - dijo - Lo padezco como una maldición. Al llegar a tu casa, en la esquina, encontré a dos niñas de escasa edad. Las devoré con agrado. Pero me pregunto qué sabor tendrán los mayores. Deberás ayudarme a conseguir mi alimento.Grité horrorizado. Desperté sollozando. Como si hubiera franqueado la puerta de la peor de las demencias.
2 comentarios:
Escalofriante pesadilla...cuando la leí por primera vez me espanté!
Un monstruo que devora a grande y chicos sin piedad.Como una enfermedad.
besitos
soni
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