martes, 9 de septiembre de 2008

BLUES EN TONALIDAD MENOR(5)-ESPERANDOTE

Sur, paredón y después
Sur, una luz de almacén…

Casi cae la tarde. La esquina del almacén que aún trabaja sus mercaderías ancianas y mantiene sus olores ancianos. La gran ventana que me refleja. La luz mortecina del farol y mi imagen dibujada en la vidriera. ¡Una imagen desastrada!... Es lo que estoy siendo, así simplemente, con la crueldad de la palabra condenada al silencio. Mi abrigo deshilachado, mis pantalones arrugados y al borde de la rotura, los bototos que he usado en los últimos tres años. Y el paredón de adobes que se mantiene igual que hace veinte años, cuando dejé el barrio, abandoné todo lo que me era conocido e inicié las rutas de las aventuras… para construir riqueza… y volver por ti…

Ya nunca me verán
Como me vieran
Apoyado en la vidriera
Y esperándote

¡Locura de ansias mozas! “Esperándote” Si; todos los crepúsculos, mientras la luna iluminaba el barrio y la plaza, vacía si no estabas. Y yo mordiendo mi amor y mi pasión y mi absoluta imposibilidad de entender la verdad. Y no saco nada con preguntar a los nubarrones negros si existe alguna clase de verdad que pueda ser comprendida, como una certeza que me sirviera para no sé que puta tranquilidad. ¡Maldición! Claro que llegabas, pero no llegabas por mí. Es cierto que me dabas tus miradas y yo me hundía en tus ojos garzos y recibía tu sonrisa y te decía “¿Te acompaño?” y me entregabas tu mano para que la plaza nos recibiera en nuestro lento caminar hablando de nada mientras la luna danzaba bailes macabros y en su risa reflejaba mi vergüenza.

Ya nunca alumbrará
Con las estrellas
Nuestra marcha sin querellas
Por las noches de Pompeya

Cómo quisiera haber sido estrella y luz iluminándote. Cómo quisiera haber sabido las palabras mágicas para decírtelas una a una en tu oído apenas oculto por tu cabellera negra y suave. Cómo quisiera haber gritado por las calles del barrio que por fin las había dicho y que ya eras mía. Cómo quisiera haber sido capaz de resolver entonces la duda atormentada, metida entre mis ojos, que trato de despejar hoy, veinte años más tarde.

Los sueños y las calles suburbanas
Y tu amor y tu ventana
Todo ha muerto. Ya lo sé

Y esta tarde, sin luna, sin estrellas, ¿Vendrás? ¿Ocurrirá el milagro del encuentro? Ahora conozco las palabras y puedo decirlas. Veinte años no es tanto. El barrio sigue igual. Idénticas palomas invaden la plaza que está exactamente a la misma distancia de esta esquina. Es cierto que he envejecido, pero no tú. Tú tienes que estar como te conservo en mis sueños. Entonces, en vez de decirte “¿Te acompaño?”, te diré simplemente “Te amo”. Pero no tiene caso. Todo ha muerto. Ya lo sé…

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