martes, 2 de septiembre de 2008

EL PNEMOTEROX

El sueño me preocupó cuando se hizo recurrente. Trabajaba en mi taller. Hundía el pincel en los rojos y bermellones y al trasladarlos a la tela había ausencia de color. El lienzo continuaba blanco, sin figuras, ni planos, ni ideas. Trataba de comprender lo que ocurría cuando sonaba insistentemente el timbre, en la entrada de la casa. Definitivamente molesto abría la puerta y ahí estaba. Un sujeto de mi estatura. Legendario. En vez de nariz y boca, lucía un inmenso pico, como de monstruoso tucán. Tenía tres ojos de un color celeste transparente como el agua. Lo peor eran los brazos y las manos. Dos pares a cada lado. Brazos delgados y fuertes. Los dedos parecían tentáculos y palpitaban, como cepillándose a sí mismos. Despertaba sudoroso, sumido en la angustia, al borde del grito y del llanto.

Después de varias semanas con la pesadilla asaltando mi conciencia cada noche, decidí pintar a la criatura. La forma se me dio con extraordinaria facilidad. Copié las tonalidades cerúleas del cuerpo y el amarillo de bordes rojos del pico. A medida que avanzaba descubría la absoluta ausencia de belleza y armonía de ese cuerpo. Agregué una ventana de fondo a través de la cual se vía un caminillo bordado de matorrales. Conducía a un puente sobre el que se advertían otras figuras hermanas del monstruo. Pensé que si fuera realidad, necesariamente despediría olor a muerte, a carroña, a maldad.

Retumbó el sonido del timbre en medio de mis cavilaciones y abrí la puerta. Sentí dolor en el corazón. Allí estaba el monstruo.

- Soy un Pnemoterox - dijo - Me llamaste en tus sueños y en tu pintura y en tu pensar todo el día en mí. Me construiste para el resto de tu futuro. Ahora viviré contigo.

- No es posible - gemí - No es posible... Tú no existes...

Alargó sus brazos y los dedos, tentáculos que crecían, engordaban, se hacían mínimos y sutiles como antenas de mariposa, tocaron mi cuerpo. Hizo sonar repetidamente su pico. Entró a la casa. - El único problema es el hambre - dijo - Lo padezco como una maldición. Al llegar a tu casa, en la esquina, encontré a dos niñas de escasa edad. Las devoré con agrado. Pero me pregunto qué sabor tendrán los mayores. Deberás ayudarme a conseguir mi alimento.Grité horrorizado. Desperté sollozando. Como si hubiera franqueado la puerta de la peor de las demencias.

2 comentarios:

Sonia Antonella dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Sonia Antonella dijo...

Escalofriante pesadilla...cuando la leí por primera vez me espanté!
Un monstruo que devora a grande y chicos sin piedad.Como una enfermedad.

besitos
soni