sábado, 2 de agosto de 2008

BLUES DE LOS AÑOS JOVENES

Dieciséis años. Dieciséis perforaciones por donde escurre la vida. El centro de la avenida. Al fondo, una masa verde, órdago desde donde surgieron los disparos como avispas enloquecidas para destruir cortezas de vida. A su lado, abrazándolo, el llanto de la Alicia menuda, a cada segundo que pasa más envejecida, como si sus dieciséis años fueran dieciséis siglos maldecidos por la aurora que no quiere reventar en día. Dieciséis días en la toma de los Liceos. “Nos pusieron pingüinos” Y era divertido sentirse habitante de los hielos en medio del tormentoso verano. En las tardes, era Alicia, pegada a su pecho. Entre ambos fundaban el amor. Se daban a su sexo joven. “Y no te separarás de mi, pingüinita morena”. Y el resto de la muchachada y los obreros que se han incorporado, avanzan y gritan su nombre y dicen que está presente. Vaticinan que la vida que se está yendo a los infiernos estará vigente para siempre en las aulas vacías y silenciosas. Y en el fragor de la caldera. Y en los salarios miserables que no pueden ser aumentados porque entonces la macroeconomía se dispara en focos inflacionarios que entorpecen la posibilidad del desarrollo. ¡Es el modelo económico el que nos asfixia! Gritaba Carlos en la Asamblea. Y tú Alicia no entendías cómo eso podía impedir que los problemas del Liceo no tuvieran solución. Y Matías se desgañitaba dando ilusas explicaciones sobre la incipiente economía que cruzaba como relámpago por su cerebro. ¡Son decisiones políticas para enjuiciar y acabar con la pobreza, compañeros! ¡Y ellos, nada, no quieren! Alborada, arreglando los lentes sobre su pequeña nariz, agregaba: ¡Nos tomamos la Alameda! ¡Ahí verán que no se trata de juegos de niños! ¡Todo el sistema educacional está pidiendo a gritos los cambios que proponemos! Y Adelante, compañeros. Que esto no es expresión de las izquierdas que siguen dormidas. Son nuestras mentes jóvenes que no resisten más mentiras ni más hipocresías. Y nuestros cuerpos jóvenes llenos de sangre hirviendo de deseos. Y necesitamos nuevas perspectivas. Y nuevas alegrías. Y por eso te estoy queriendo, Alicia. Y no te separes de mi, amor. Que mis ojos están nublados y siento frío. Y el llanto de Alicia confundido con la sangre desesperanzada que corre en medio de la calle.

Dieciséis días más tarde, todo está tranquilo. Pero las clases de gramática son amargas. Y Alicia vaga entre la soledad de las estrellas.

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