viernes, 24 de octubre de 2008

LA PINTURA


(Es un subterráneo oscuro y tétrico)


Una inmensa tela sobre el caballete. Irreverentemente virginal. A un lado los óleos y la paleta. La botella de trementina está aún cerrada. Carlos da las primeras pinceladas. Empieza a surgir, de la nada, la figura altiva de un mapuche, montado en un alazán descomunal. En su mano una maza de grandes proporciones y está próximo a dejarla caer sobre un huinka oculto.

Sé que vieron los primeros bocetos. ?¿Por qué va a pintar indios, mijito?.... si son tan feos?. No son feos, abuela. Y no son indios. El mapuche es un tipo humano fuerte y hermoso. ?¡Vamos, hombre! ¿Es que no hay otros temas? ¿Cuándo vas a descubrir el corazón no figurativo de la plástica? ¡Eso es un cartel! ¿Y cuando me darás el gusto de saber que lo que he gastado valió la pena?? Lo que has gastado te será devuelto hasta el último centavo. ¡Maldición,. Déjenme en paz! ?¡Esos colores chillones?! Marrones, índigos, rojos y amarantos?? ¿Dónde has visto paisajes semejantes?? Madre, los colores son vehículo? sensaciones... lo que quiero que vean tus ojos?Paleta y pincel escurren y formatean las figuras. Las piernas graníticas del héroe. Su rostro, endurecido en el grito libertario. Los ojos de azogue y de fuego. El brazo dejando caer su carga de muerte. A punto de suceder. Más atrás, sinuosas insinuaciones: montaña y bosque impenetrable. Veinte guerreros desnudos de maza, flecha y lanza. Treinta huinkas de espada, adarga y petos metálicos.

¿Te acuerdas, padre, cuando pinté el membrillo del jardín?. Arbol de verdores absolutos. Lleno de frutos maduros: grandes membrillos glaucos, cubiertos de pelusilla, gris. La abuela quería comer su ambrosía. Tú gritaste que los pintores son todos unos maricas. Y tomaste el hacha y destruiste la tela. Y luego fuiste al jardín e hiciste astillas del árbol. Les quitaste la vida, padre, al árbol, a las frutas, a la tela creada por mis manos e imaginada por mi cerebro. ¿Recuerdas como reías? Tu risa: grosera, intrusa, caótica, obscena, maldita. ¿Recuerdas como te echaste a dormir la borrachera?... ? ¿Recuerdas mis lágrimas silenciosas en la noche mortecina?

Leftarú había desafiado al más feroz de los espadachines de Valdivia. Su sable destrozaba cabezas y cuerpos extenuados. Pero el huinka se descuidó. El brazo de Leftarú buscó las estrellas y cayó sobre el cráneo enemigo. La cabeza estalló. Sangre y trozos de cerebro volaron por los aires.





Fragmento de un óleo de Fray Pedro Subercaseaux.

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