jueves, 16 de octubre de 2008

LAS VACACIONES DE DIOS

El Papa lo soñó el día viernes. Entre cantos de alondras Dios le anunció que se iba de vacaciones. Todo habría quedado allí, si el sueño no se hubiera repetido, en los mismos términos, el sábado y el domingo. El martes el Pontífice recibió un emotivo llamado del teléfono rojo. El Presidente Freeman le dijo: “Santidad, hace días que sueño que Dios se va de vacaciones”. El miércoles, el llamado fue del Presidente Molotov: “Papa, rugió, ¡Que me deje en paz!. Llevo una semana soñando con las vacaciones de Dios”. Mensajes semejantes recibió de España, Alemania, Siria, Francia y Brasil. Preocupado, el Papa propuso una conferencia virtual de mandatarios. El Presidente Molotov mostró su viejo y pervertido agnosticismo: “¡Cómo creer en los sueños!”, dijo. “Pero, agregó, déme, Pontífice, algo que se pueda creer y veremos...” El Papa, en sus oraciones, le narró palabra por palabra lo ocurrido y le rogó: Danos, Señor, algo en lo que los hombres puedan creer: un huevo de gallina peludo, una salamandra de oro...” Esa noche, el Papa soñó la respuesta: “En diez días más, a las diez de la mañana, haré que la Torre de Pisa se enderece”. El Papa comunicó temprano la noticia a los mandatarios. El hecho se filtró a la prensa y el día 10 la ciudad de Pisa reventaba de turistas que cantaban al reencuentro. Un minuto para las diez de la mañana se hizo el silencio. En medio de él se escuchó un crujido y la Torre regresó a su eje lentamente hasta quedar por completo derecha.

La Prensa inventó cantos de ángeles.

El espanto se apoderó de la humanidad. Con Dios de vacaciones había que cuidarse solos. Los primeros dos siglos fueron los más difíciles. Hubo cambios legislativos en todos los países. Una cultura de respeto y paz empezó a extenderse, lentamente, por todos los rincones. Se dejó de gastar dinero en la guerra y en las armas. Los empresarios aceptaron que era bueno disponer de un cierto monto, pequeño, de utilidades y que las empresas productivas tenían una orientación social. Un siglo y medio más tarde la ONU declaró que el hambre había sido derrotada. Las cárceles se vaciaron y hubo que redestinar esos edificios. Veinte años más tarde, no quedaban niños desnutridos ni sin escuela. Un siglo más tarde el mundo estaba libre de polución. El problema de la economía empezó a ser qué hacer con la abundancia de recursos. La alegría inundaba los corazones. Los hombres pensaban que, por fin, vivían en el paraíso.

Pero una noche, el Santo Padre soñó que Dios le anunciaba su regreso... ...


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