jueves, 9 de octubre de 2008

UN AMOR EXTRAÑO

- ¿De dónde vienes? - preguntó la doncella -

- De las Perseidas – dijo, penetrándola con sus ojos celestes - La niña puso sus manos sobre el trari de color rojo. La cintura parecía esfumada en medio de la escultura de carne morena. Su pecho palpitaba. Su cara de pómulos perfectos enrojecía lentamente. (“Es un joven hermoso”, pensó.) - Tú también eres hermosa - murmuró - Tienes la fragilidad de los helechos gigantes que bordan los bosques de tu tierra. Y tienes la inevitable mirada que atrapa mis miradas y mis anhelos.

- Tu mirada es transparente - dijo la niña -


El hombre de las estrellas sonrió. (“También mi cuerpo lo es - pensó - Si supieras el suplicio que me cuesta hacer una masa que puedas mirar, aun corriendo el riego de quedar triturado. Un cuerpo que pueda hacerte sentir lo que estoy sintiendo. ¿Qué es esta extraña emoción que me impide separarme de ti?”)


- ¿Dónde quedan las Perseidas?


- Más allá de la Cruz del Sur. Más allá de las tinieblas. Más allá del espacio y del tiempo. Son como un cáliz abierto y palpitante en el extremo de todas las galaxias.



- No lo entiendo. ¿Entonces, cómo estás aquí?


- Tampoco yo lo entiendo. Soñé que había una cordillera inmensa. Que los bosques ponían alfombras vegetales en sus laderas. Que las lagunas, verdes como las esmeraldas, besaban los pies de los hombres y las mujeres. Que ustedes habían inventado la palabra paraíso y la palabra felicidad. Que tú mirabas el fondo plateado de las aguas y me llamabas. Entonces mi corazón palpitó. Me aferré a un rayo de luz y vine, para beber tu respiración. Para hundirme en la suave infinitud de tus ojos. Para untar mis labios en el cáliz de tus pechos.


- Te amo, hombre de las estrellas.


- Desconozco esas palabras, niña vegetal... ... pero me emocionas hasta llevarme al sin sentido.


La noche es efímera, como las gotas del rocío. Apenas tocan los pétalos de los copihues y ya están regresando al hogar del cielo. Todo es efímero... hasta la vida y sus sueños... y los momentos del amor que quisiera prolongarse, pero no puede porque ya se anuncia la aurora. Y bajo los rayos inclementes del sol, el hombre de las estrellas no puede vivir.

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