domingo, 24 de mayo de 2009

EL ENTIERRO

Cuando la abuela, una señorona aun joven, se transformó en meica, curandera y bruja, toda la familia cayó sobre las pendientes esotéricas. Lo peor ocurrió con el Jano, su marido. La abuela dijo:

- Mis amigos del otro mundo no quieren que duermas conmigo. Ocuparás otra habitación... yo necesito mi cuerpo limpio... para siempre...La respuesta del Jano fue terrible. Después de agotar todos los insultos y pifias sabidos e inventados armó cama en habitación aparte e hizo una promesa:

- No sabís con la chichita que te estái curando... vieja weona... Voy a hacer pacto... ¡Te juro que me las pagas!

La abuela aumentaba diariamente su clientela mientras don Jano esperaba el anochecer y salía al jardín del fondo. Se situaba al centro del pentáculo. Quemaba unos sahumerios reverberantes, encendía un hediondo puro y gruñía invocaciones. Astarté, Mefistófeles, Satanás, eran los nombres pronunciados y recitaba el Padre Nuestro al revés. Terminaba antes de medianoche, apagaba los carbones y pensaba "Eventualmente mañana vendrá"

El menor de los hijos, el Pato y Claudia, la nieta, de unos catorce años, leyeron mitos coloniales e intuyeron que en el patio había un entierro, pues la casa había formado parte de una propiedad de jesuitas. Empezaron a buscar cavando un hoyo profundo en el centro del jardín. Soñaban con futuros luminosos. La excavación aumentaba su hondura cada vez más. La tierra era diseminada en las calles, bajo los autos. Sobre la boca del hoyo ponían una cubierta de sacos sobre la que distribuían trozos de pasto y arbustos. Al séptimo día el hoyo tenía algo más de dos metros de profundidad. Los muchachos sentían que estaban cerca del entierro. Mañana lo encontraremos, decían.

Esa noche, don Jano se la jugó. Vistió túnica negra y diseminó sobre el jardín 33 hitos con velas negras. Mezcló agua bendita con heces de perro. Y puso cinco crucifijos cabeza abajo. Entonces empezó sus plegarias y sus invocaciones al sedicioso del mal. Saliendo del pentáculo caminaba hacia atrás cubriendo las cuatro esquinas. "Satanás ven a mi" - gritaba - cuando pisó sobre la cubierta de sacos y cayó a lo profundo del hoyo. Se escuchó un aullido espeluznante, de miedo salvaje, seguido de un "¡Por la cresta! ¡El weón me está llevando!" Enseguida, con voz temblorosa gritó: ¡Virgen Santa auxíliame! ¡Sagrado Corazón de Jesús, sálvame! ¡Santos Arcángeles rescaten mi alma!

El entierro no fue encontrado. Tampoco don Jano volvió a invocar al demonio.

Nota: El entierro es un mito colonial. La gente bien, al tener que huir de sus hogares enterraba tesoros que no eran recuperados. A veces el "entierro" convoca a personas muy especiales para ser descubierto. El desentierro està lleno de mitos adicionales en una mezcla de religiosidad y paganismo.

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