viernes, 12 de diciembre de 2008

MONÓLOGO

Sobre La Crisis Económica
y el Primer Trabajo



(El protagonista viste jeans y una chomba. Está sentado en un rincón del escenario, meditando. Gestualiza como si estuviera participando de una discusión. Se levanta y camina lentamente hacia el foco central. En el lateral derecho hay un podio. El conferencista sube, deja aparatosamente su discurso. Luego baja y se sitúa al centro del escenario, en la boca. Mientras el público se sienta se escucha una suave música de fondo que disminuirá su intensidad hasta desaparecer.)

¡Hola…! Así es como se saluda la gente por estos días. Si mi abuela me escuchara se vuelve a morir, esta vez de vergüenza. Pero no vengo a reflexionar sobre los buenos o malos modales; ese es un tema que domina a la perfección mi colega, el doctor Murillo. Es que su padre fue diplomático y Murillo le copió todas esas costumbres de guantes blancos y voces bajas y bien moduladas que se usan en los salones cortesanos. Todas esas conductas pasadas de moda y que hoy provocan sonrisas. Siempre viste de gala, como si fuera a participar de un festejo elegante. El pantalón planchado, de línea como trazada con regla. La corbata en juego con la camisa, calcetines y el pañuelo, impecablemente doblado, en el bolsillo superior del vestón. En fin… El Director del Departamento me pide que les hable sobre la crisis económica y cómo les afecta a ustedes que están a poco tiempo de empezar a trabajar. En realidad son dos temas que, en alguna parte, se entrecruzan aunque no me parece que el problema pueda estar en el ámbito de sus inquietudes. Al menos, si yo tuviera la edad de ustedes me preocuparía de otras urgencias. Por ejemplo sobre como empieza a huir la juventud, sin que nos demos cuenta… Es que cuando la juventud se va no tiene regreso. Y el resto de la vida no es más que un recuerdo pálido de lo que pudimos haber hecho. Y no hicimos. Porque creemos que siempre hay tiempo para todo y el proyecto de vida, si es que alguna vez se nos ocurrió pensarlo, queda por su cuenta y no advertimos que esa programación de los futuros posibles se nos escapa de las manos como si fuera agua entre los dedos. Es más fácil vivir cada día como si fuera el último y enfrentarlo entre muchos amigos, con una chela en la mano. Es que el tiempo se desgrana tiránico y no nos espera. Hace de corre – vuela, a veces nos mira hacia atrás, porque siempre vamos retrasados. Y ríe, burlándose, porque es claro que jamás lo alcanzaremos. Alguna vez lo pensé cuando tuve vuestra edad, pero entonces levantaba los hombros y me decía “ya habrá tiempo para todo”… ¡Patrañas! ¡Nunca el tiempo es suficiente! Cuando se va no hay como recuperarlo… El mundo y la vida eran más llevaderos y mucho más intensos cuando no se tenía la noción del tiempo… ¡Mil años de sombras sobre los físicos que lo inventaron…! Le dije al Director que es un tema muy escabroso, y que lo haría mejor el doctor Villa que sabe de Economía. Entonces el doctor Montero recurrió a su acento catalán y dijo seria y académicamente: “¡Me cago en la leche!” Venga… que tú lo haces y nada… Y aquí estoy… Bueno… Vamos a ello. En todos los ensayos de los economistas liberales ustedes encontrarán la afirmación que en las economías de mercado, sustento del capitalismo, se producen ciclos. Hay épocas de alto desarrollo seguidas, inevitablemente, de períodos de crisis. Y cuando la crisis termina, volvemos a empezar; sòlo que los consumidores somos más pobres que antes de empezar el ciclo y los empresarios más ricos porque quién podría creer que ellos trabajen sin obtener ganancias… Recuerdo que una vez le dije, muy amostazado, a una funcionaria de la AFP: “Que usted señora trabaja para los peores vampiros. Chupan la sangre de los trabajadores durante toda la vida y en la hora de jubilar nos entregan mendrugos…” ¡Cómo son de bárbaros! Hasta han aprobado una norma que afirma que los chilenos tenemos ochenta años de promedio de vida, que no lo tienen ni los países más desarrollados de Europa; así la pensión que se nos entrega es mucho más baja de lo que debiera ser… Y la dama me dijo, en un suspiro, que las empresas tienen el amparo de la ley… ¡Cómo lamento mi improperio! Pero ya estaba dicho… O sea que… la idea central es el ciclo… Hay que entender los ciclos para comprender lo que está ocurriendo con los mercados… Una imagen paralela es el ciclo que sufren las damas… La Juanita, que es mi señora, tiene sus ciclos todos los meses… ¡Qué no daría porque la Juanita tuviera ciclos más espaciados como los de la economía…! Cada cuatro o cinco años… Eso la haría más soportable… Es que es como si de repente cayera en el abismo de la tontería… La vida en el hogar transcurre tranquila y yo me encierro en mi escritorio y leo, o estudio, o escribo, o preparo las transparencias para mi próxima clase… Cuando sin que lo pueda prever escucho un aullido que viene del dormitorio en el segundo piso: ¡Hasta cuando sigues fumando! ¡Que la casa se llena de humo y de olor a tabaco! ¡Y me obligas a respirar el excremento que sale de tu boca!... Y dale… es la Juanita que empezó con su ciclo… Y, entonces, lo mejor que puedo hacer es guardar silencio y, en el mejor de los casos, escurrirme y dar un largo paseo por el parque que tenemos a unas diez cuadras de la casa. Una vez, hace años, le respondí y nos enzarzamos en una discusión muy bizarra en que gritábamos pero navegando ríos completamente distintos. No había posibilidad alguna de que pudiéramos llegar a alguna clase de punto de vista compartido. Y ella me echó en cara que yo me niego a dictar conferencias en las Regiones, como lo hacen mis amigos Villa y Murillo. Y que a ellos les pagan doscientos cincuenta mil pesos por cada día de trabajo en las provincias y tienen recursos para mejorar la calidad de vida de sus familias y que las mujeres de ambos, la Carmen y la Lita, tienen cuenta corriente y se pueden comprar joyas y ropas adecuadas a su dignidad… y que en cambio a mi me tienes como si lloviera… Y qué saco con decir a las amistades que trabajas en la Academia si es lo mismo que vendieras papas en la feria… Y que no, porque el vendedor de papas gana mejor que tú… porque, en el fondo, los trabajadores sòlo podemos optar al beneficio de mejorar la calidad de vida ya que no está previsto en el modelo económico que podamos hacer fortuna a menos que nos ganemos el Kino y que entonces yo soy flojo de nacimiento. Y yo le respondí que no se trata de más o menos dinero sino que de sostener una jerarquía de valores y que yo no puedo venderme como si fuera un objeto del supermercado. Y entonces la Juanita se largó a llorar. Fue a la cocina y sentí un desparramo de platos y vajilla. ¡Diablos! Pensé, me costará una tarde entera en el mall para reponer todo lo que mi dulce Juanita está destrozando… Luego, subió al dormitorio y al rato bajó con una maleta en la mano. Me la pasó y me dijo que me fuera de la casa. ¡Hijuna mi suerte negra! Quince días en una residencial de mala muerte. ¡Medio mes!, hasta que se le pasó el ciclo a mi Juanita. Regresé a casa, pero me encontré con que se había instalado mi suegra, que dormía en mi dormitorio, junto con la Juanita. Y me miró con sus ojos desorbitados de animal prehistórico y me dijo que ella no permitiría que yo siguiera maltratando a su pobre hija que jamás debió poner sus ojos en un animal desastrado como yo… Mi compadre Villa me aconsejó que abandonara a mi mujer y a mi suegra. Divórciate, me dijo. Pero eso es algo que, talvez, resolvería el problema de los ciclos de la Juanita, pero a un costo enorme. Dejar mi casa, que todavía la estoy pagando…. Es que los dividendos están a mi nombre y todavía me faltan catorce años para terminar de cancelarla. Y abandonar a la Valeria que es nuestra única hija y que ya está terminando la Media y dentro de poco estará como ustedes en la Universidad y ustedes saben lo que esto cuesta y ¡Qué diablos! La vieja tiene algo de razón porque mi sueldo no me alcanzaría para cubrir todos los gastos y no quiero que el doctor Montero me mire con severidad porque estoy pensando en mis problemas personales cuando debiera estar reflexionando en las muchas tareas que tiene asignadas el Departamento. Y esto se está pareciendo cada día más a un callejón sin salida, porque los años pasan y nos ponemos viejos y el mundo de hoy odia a los viejos; sòlo asegura el éxito a los jóvenes, a los que tienen su sangre intacta y que, por tanto, pueden entregarse a la voracidad de la oferta y la demanda que es uno de los nudos ciegos de los momentos de la crisis económica. Se lo comenté hace unos días a mi hija, la Vale. Un titulo profesional, mi niña, algo que te de independencia, que te haga libre, que te permita hacer de tu vida algo parecido a un sueño que se realiza. Para ello hay que dar más tiempo al estudio y menos tiempo al carrete. El pololo de la Vale, enfundado en pantalones de unos cinco números más grande, con una inmensa bola de aire en el trasero, se balanceaba sobre sus dos pies y me miraba con cara de idiota hipnotizado haciendo algo así como un ruido ritual: chok trump paratrum… chok terum…..trum. Recién advertí que el tipo se peina con unas mechas tiesas en forma de pelo de loro centroamericano y seguía con su chok trump trump. Y la Juanita que pregunta desde la cocina “¿El papá te está molestando? Y la Vale que “No te preocupes, mami… ¡Pasa nà!” ¡Carajo…! ¡Carajo! ¿Cuándo fue que me equivoqué? ¿En qué momento? Es que la vida simplemente se da. No pide permiso. Es un destino ciego y avasallador. Te envuelve en una especie de parábola, de remolino, y caes en ella casi sin advertirlo. Y no te queda más remedio que vivirla sin atender a más reglas que aquellas que la misma vida te va poniendo a cada tranco. En ocasiones me viene a la mente la idea de un terrible demiurgo borracho que me está soñando y que, en su sueño, me mueve de un lado para otro, sin piedad, como si fuera una marioneta que pende de sus dedos. Claro que hay razones sobradas para pensar en dejar a la Juanita y empezar de nuevo. Solo o con una compañera distinta. Pero pienso en cuando éramos jóvenes y teníamos la cabeza llena de ilusiones que volaban como las golondrinas cuando empieza a nacer la primavera. Y yo la esperaba en la plaza a la salida del liceo… Y cuando la veía venir llegaba a temblar con su imagen alada. ¡Dios! ¡Eramos jóvenes! ¡Y éramos hermosos! Y un beso de sus labios… una mirada de sus ojos… un roce suave de sus manos sobre mi rostro… me mostraba toda la poesía que era capaz de resistir y comprender… Y se me antojaba que ambos éramos como las golondrinas: Volábamos danzando y dibujando caligramas sobre el espacio y nada nos importaba. Nada que no fuera ese amor que florecía tenue en todas las horas vesperales de ese comienzo de primavera cuando estábamos llamados a transformarnos en hombre y en mujer maduros… Y nos prometíamos que sería para siempre… Y nos jurábamos que nada habría de separarnos… Tal vez ese fue el error… Estábamos tan centrados en nosotros mismos, en lo que sentíamos, en el amor joven que nos dábamos que no quisimos ver cómo lo humano se destruía en Viet Nam… ¡Era tan espantosamente lejano…! Y teníamos tanto amor para amar… Y luego fuimos conscientemente ciegos para todo cuanto ocurría en la lejanía de los otros mundos, que jamás conoceríamos, en donde la guerra, la muerte y el dominio económico nos hacía cada vez más pequeños, más insignificantes, más arena de la clepsidra que se escurre entre los dedos hasta que queda la nada. La nada más absoluta, inmensa como el universo… inerte, como la muerte… despiadada, como las leyes del mercado que tanta preocupación les demanda… La vida, amigos míos, no pertenece a las leyes del mercado, pero está en ellas. El mercado, me decía mi amigo, el doctor Villa no tiene existencia real. Existe en la medida en que hay seres humanos que lo piensan y lo construyen y, por lo tanto, no es cuerdo asignar culpas al mercado de lo que está ocurriendo. No importa que el problema lo haya creado un mister Bush y lo esté heredando un mister Obama. No es el mercado el que rebota inclemente y destruye las economías más pequeñas haciendo funcionar el efecto de la mariposa. ¿Lo recuerdan, verdad? Una mariposa, feliz de nacer, aletea, juguetona, jubilosa, sobre las flores de un jardín de Beijing. Y su aletear provoca, seis meses más tarde, un tornado de altísima potencia destructiva sobre las costas de América Central… No… No es el mercado… Somos nosotros… Cada uno de nosotros… Soy yo mismo, cuando me miro al espejo y me pregunto si vale la pena vivir este día. Una tarde le escuché decir al doctor Murillo que los problemas humanos solamente tienen resolución entre seres humanos. Que todo lo demás es artificio… Que solo la humanidad es necesaria... Ahora me iré caminando hasta mi hogar. Iré buscando piedras que patear, igual que cuando tenía quince años. Al salir del campus, encenderé un cigarrillo. Me iré fumando. Se que la Juanita me reclamará que vengo con olor a tabaco. Pero no importa. Igual le diré que está bonita. Y que la amo. Me acostaré y trataré de dormir…Mañana… Ya veremos qué hacer mañana…




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